Los tiempos cambian y, como ocurre en la evolución de las especies, los que no se adaptan perecen. LGratis no es partidaria del uso de la inteligencia artificial, sin embargo se trata de una realidad que ha llegado para quedarse y debemos adaptarnos si queremos sobrevivir.
Todo comenzó el 13 de julio de 2022 con Midjurney, la primera inteligencia artificial disponible al público capaz de generar imágenes realistas. Al poco, el 30 de noviembre de 2022, comenzó a estar a disposición al público Chat-GPT, la IA más famosa y utilizada, capaz de generar textos difíciles de diferenciar de los humanos. Desde entonces, las redes sociales, páginas web, e incluso medios de distribución de libros, empezaron a plagarse de textos realizados mediante inteligencia artificial.
Como ocurre siempre con cada cambio, todo esto ha llevado a conflictos de intereses. Por un lado, los nuevos creadores veían en la inteligencia artificial una herramienta novedosa que les permitía rendir mucho más en mucho menos tiempo y casi gratuitamente; por otra parte, dibujantes, escritores, etc. veían peligrar su trabajo. Y, respecto al terreno que nos compete, esto no es algo nuevo en el mundo de la escritura.
No es el tema de este artículo hacer un repaso pormenorizado ni riguroso de la evolución del lenguaje, por esto nos limitamos a hacer unas simples anotaciones.
Probablemente se trate del primer tipo de comunicación con una intención clara. Es propia de los microorganismos, plantas y seres de bajo nivel de consciencia. Consiste en liberar componentes químicos que tienen determinada reacción en los microorganismos cercanos. Un ejemplo de comunicación química es la llamada apoptosis, que básicamente es cuando una célula informa a las circundantes que ha iniciado el proceso de muerte y las demás la siguen en el mismo proceso de forma similar a como una manzana empieza a descomponerse cuando le llegan los gases de descomposición de otra manzana cercana.
Se trata de un método de comunicación mucho más desarrollado, que incluso para los humanos tiene una gran relevancia. En este caso, la comunicación suele ser visual, y consiste en aprovechar las posturas corporales, gestos y otros aspectos visibles para transmitir información, a veces de forma consciente y otra de forma no consciente. Casi todas las formas animales utilizan la comunicación no verbal para transmitir información.
Probablemente los animales que más han desarrollado este tipo de comunicación han sido los pájaros. Todos conocemos la cantidad de cantos de cada uno de ellos, con sus variantes y cómo pueden comunicar distintos mensajes: momento del apareo, temor, enfado, etc. Están muy asociados a las emociones, por lo que no es un medio de comunicación habitual en plantas, células y demás organismos de bajo o nulo nivel de consciencia.
El nombre que hemos elegido no es oficial, pero es suficientemente representativo. Se trata principalmente de la pintura, lo que incluye las pinturas rupestres, pero también incluyen la escultura, la cerámica, etc. Todas estas formas de arte expresan algo y por eso pueden clasificarse como medios de comunicación.
A día de hoy, se estima que el lenguaje hablado tiene entre 50.000 y 600.000 años de antigüedad. Antes de ello, tan solo chasquidos, golpes, rugidos. Es el tipo de comunicación predominante en los humanos y el que ha favorecido el desarrollo de la sociedad con una rapidez inigualable. La cantidad y precisión de la información ofrecidas mediante la comunicación verbal no tiene precedentes.
Es aquí donde empezó la tradición de comunicar historias a lo largo del tiempo de forma verbal, utilizando nuestra propia memoria como herramienta de conservación de la información. Hasta ahora, la comunicación artística y la verbal podían coexistir sin problemas, ya que se considera que el arte apareció antes que el habla y, por tanto, no había necesidad de considerar el arte como un invasor en la tarea de comunicar ni se consideraba el habla como el precursor de la comunicación.
Según los expertos, el origen de la escritura se remonta al año 4.000 a.C. y se originó en la antigua Mesopotamia. En concreto, fueron los sumerios los que establecieron el primer sistema de escritura con el alfabeto cueniforme.
Probalemente aquí empezaron los problemas: si bien el arte era una forma de comunicación, la nueva escritura tenía un grado de precisión similar a la comunicación hablada. Esto hacía que ya no fuese necesario memorizar ingentes cantidades de información para hacer que perdurasen a lo largo de la historia y algunos oradores podían empezar a ver su oficio peligrar al aparecer el nuevo oficio de escriba. Incluso a día de hoy, todavía se conservan escritos en alfabeto cuneiforme, sin necesidad de que para ello haya sido necesaria la extraordinaria memoria de los oradores.
Durante muchos milenios la escritura se fue desarrollando y siendo la forma preferida de conservar información a lo largo del tiempo. Sin embargo, el tiempo lo cambia todo y en China empezaron a aparecer los primeros intentos de evitar la escritura a mano: Durante el siglo XI en China se inventó un mecanismo basado en piezas de porcelana para imprimir los ideogramas en papel de arroz. Sin embargo, este precursor de la imprenta no se materializó en las imprentas actuales hasta la aparición de la de Johannes Gutenberg con su famosa imprenta.
Ahora, el problema que originalmente tuvieron los oradores pasó a mano de los escribas, los cual probablemente veían peligrar su oficio al ver como unas máquinas eran capaces de escribir textos a una velocidad mucho mayor que los humanos.
Como siempre... el tiempo lo cambia todo, y esto tenía que pasar tarde o temprano también con la imprenta. En 1714 el inventor Henry Mill patentó lo que se considera la primera máquina de escribir. A partir de aquí surgieron nuevos inventos parecidos cuya función era poder disponer de nuestra propia imprenta en casa. Ahora eran los impresores los que podían ver peligrar su negocio, aunque por fortuna para ellos la velocidad de escritura con máquinas de escribir era similar a la de los escribas, por lo que no había excesiva competencia con las imprentas. Sin embargo, ahora cualquier persona tenía a su disposición la capacidad de poder generar textos con la misma calidad que una imprenta profesional.
Los cambios cada vez se producían más rápido y, en 1950 irrumpió la primera impresora de ordenador. Los ordenadores todavía eran caros, pero ya teníamos ante nosotros la siguiente generación de sistemas de impresión mecanizados. A partir de aquí, tanto en oficinas, como en organismos, imprentas y demás lugares donde la escritura tuviese relevancia, el papel empezó a ocupar un lugar predominante. Mediante el ordenador se podían conseguir textos de calidad, ya que podía editarse y corregirse una y otra vez hasta obtener un resultado óptimo. La impresión no era de excesiva calidad, basándose en una matriz de puntos, pero en cambio podíamos incorporar los primeros gráficos e imágenes y la rapidez de impresión era muy superior a la de la máquina de escribir. Incluso podíamos imprimir cientos de copias de un documento dejando el ordenador encendido mientras imprimía y teniendo nuestro trabajo listo por la mañana (si no se atascaba la impresora, no se acababa la tinta, etc.). Nuevamente, la competencia aumentaba y la necesidad de llevar documentos a imprenta decrecía, haciendo que el trabajo de impresor cada vez tuviese algo de menos relevancia.
A día de hoy, la escritura con ordenador está a la orden del día. Cualquier escritor, ya sea de novelas, ensayos, tratados, etc. tiene en el ordenador su herramienta principal de trabajo, lo que le permite preparar textos de forma más eficiente. Incluso, gracias a la computación informática, algunas tareas propias de otros oficios, como los correctores ortotipográficos, empezaban también a ver peligrar su oficio puesto que la corrección con el ordenador era fácil, rápida y gratuita.
En el año 2007 apareció en EE.UU. el primer servicio de autopublicación: de la mano de Amazon nos ofrecieron Kindle Direct Publishing, más conocido como KDP. Esto supuso una revolución en el mundo literario y una lucha feroz entre editoriales y escritores dependientes de editoriales.
Con la autopublicación, ahora cualquier persona podía escribir sus libros sin depender de la aprobación de una editorial. Esto fue aprovechado por editoriales y escritores de editorial para alegar que los libros autopublicados eran de escasa calidad. Además, al eliminar la necesidad de editorial, la autopublicación de libros da la oportunidad a los escritores de obtener mayores beneficios en contraposición a el aproximadamente 10% que dan las editoriales al autor por cada venta.
El tiempo ha demostrado que hay todo tipo de escritores. Algunos excelentes, que han sido rechazados una y otra vez por las editoriales por no ser comercialmente viables, han visto la oportunidad de ofrecer sus obras sin necesidad de luchar contra los terribles filtros comerciales de algunas editoriales. Hay escritores que incluso se han hecho famosos autopublicando y ni si quiera se plantean usar una editorial, con lo que algunas editoriales se han sentido en peligro y algunos escritores dependientes de editoriales se han sentido que el prestigio por haber sido seleccionados por una editorial podría estar en contradicho.
Esta situación se acentúa más si cabe cuando nos topamos con frecuentes noticias en las que se comprueba que muchas editoriales no eligen a los escritores por su calidad literaria, sino por su fama, que permite asegurar las ventas. Incluso algunos de ellos jamás han escrito libros, y utilizan su nombre para garantizar las ventas de libros que han escrito personas anónimas: los llamados monos, escritores fantasma o negros literarios.
En la actualidad, nos encontramos ante un nuevo cambio en la escritura. Posiblemente, sea el cambio más importante de la historia en nuestro sector, ya que se trata la primera vez que se puede producir textos sin intermediar en ellos la conciencia humana. Esto no lleva solo a que podamos imprimir cientos de copias de un documento rápidamente, sino que también se pueden redactar rápidamente textos de contenido con originalidad similar a la de los humanos. Desde aquí partimos a otro conflicto de intereses, algo que no es nuevo porque ha ocurrido muchas veces anteriormente, llevando a los escritores a un punto crítico en el que no saben si seguir escribiendo o abandonar su oficio de escritor.
Todos los sectores implicados en la comunicación: oradores, escribas, impresores, escritores, etc. han ido viendo en algún momento de la historia que su oficio peligraba. Y la cosa va a continuar, porque incluso los que desarrollan las inteligencias artificiales están siendo superados por la misma inteligencia artificial: ya muchos fragmentos de código de programación están hechos por inteligencia artificial, sin necesidad de recurrir al 100% a programadores expertos, y esto es una realidad actual, de hoy día.
Evidentemente, todo esto es un leve esbozo muy sesgado. Se nos quedan en el tintero apasionantes formas de comunicación como los jeroglíficos egipcios, los ideogramas chinos, las comunicaciones vía radio, etc. Pero insistimos en que no es la función de este artículo pormenorizar la evolución de la comunicación a lo largo de toda la historia; tan solo exponemos una parte para comprender cómo el tiempo hace que todo cambie y así afrontar los nuevos cambios de forma positiva y realista.
La irrupción de la IA es imparable. Sin embargo, hay demasiados casos en los que un lector quiere acceder a un texto humano y es engañado. En múltiples sitios se ofrecen libros, artículos, etc. firmados por supuestos autores pero que realmente no son escritores. En algunos casos flagrantes, incluso han firmado textos que ni si quiera han leído. Esto en escritura no es nuevo, ya que existen los llamados monos que escriben libros en nombre de personas famosas incapaces de escribir por su propia cuenta, pero tanto el uso de un mono como el uso de la inteligencia artificial, si no se menciona, consideramos que es poco ético.
Para ser transparentes respecto al uso de IA, en LGratis hemos establecido los siguientes porcentajes que sirven para determinar en qué medida el texto es o no humano.
Título: 5%
Imagen principal: 20%
Cuerpo: 75%
Así, comenzamos asumiendo que el texto es 100% humano y vamos restando estos porcentajes en función del uso de la IA. Por ejemplo, si el título y la imagen principal están generados con IA, al 100% debemos restar 5 y 20, siendo así un 75% de origen humano.
Caso distinto es el cuerpo, puesto que puede estar generado parcialmente con IA o ser generado totalmente y luego modificado y ampliado de forma humana. En este caso, tendremos que elegir un porcentaje adecuado a restar, que esté entre el 0% y el 75%.
Como ejemplo práctico podemos usar este mismo artículo. En él, tan solo hemos usado inteligencia artificial en la imagen de portada, siendo de creación totalmente humana tanto el título como el cuerpo. Así, el porcentaje humano sería 100% - 20% = 80%.
No vamos a usar estos porcentajes de forma inflexible, ya que habrá que considerar también la cantidad de contenido. Así, en textos extensos como el de este artículo, el porcentaje dedicado a la imagen se puede reducir, por lo que hemos visto conveniente establecer que el contenido humano es el 90%.
Esta forma de avisar sobre el uso de inteligencia artificial es la que vamos a utilizar en todos los artículos firmados que publiquemos (los que tengan nombre de autor), ya sean de miembros de LGratis como colaboradores, escritores externos, etc. Tan solo se podrían excluir los artículos no firmados: anónimos, elaborados por el equipo de redacción, etc.
A pesar de esta adaptación, debemos recordar que esta es una página dedicada a libros escritos por humanos. Así, requerimos que los textos que nos envíen tengan un porcentaje humano mínimo del 50%, aunque recomendados que el porcentaje ascienda a al menos el 75% y siendo ideal el 100%.
Cualquier persona relacionada con el mundo de los libros puede publicar en LGratis. Puede ser con una noticia, un reportaje o incluso una presentación de tu nuevo libro. Como no guardamos datos personales, los textos deberán enviarse por email a . Preséntate primero y, a continuación, puedes incluir el texto del artículo adjuntando las imágenes necesarias.
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